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‘Sinhambre’ y medio ambiente

Julia

 

‘Sinhambre’ y medio ambiente

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  02 de febrero 2013

Ante la condición de pobreza extrema, particularmente alimentaria, en la que se encuentra una cuarta parte de la población nacional, el Decreto del Sistema Nacional para la Cruzada contra el Hambre (llamado Sinhambre) constituye una importante respuesta del gobierno federal y una oportunidad para erradicar esta injusticia y desigualdad de la sociedad mexicana.

Falta definir las acciones concretas y las metas que se implementarán en los 400 municipios para alcanzar los objetivos: cero hambre; eliminar la desnutrición infantil aguda; aumentar la producción de alimentos y el ingreso de los campesinos y pequeños productores agrícolas; minimizar las pérdidas poscosecha y de alimentos, y promover la participación comunitaria.

Para ello, será indispensable analizar y proponer soluciones a las múltiples causas que llevaron a la situación actual de pobreza. De entrada, debe reconocerse el fracaso de las políticas económicas y sociales que incrementaron la desigualdad, no generaron empleos e ingresos para el largo plazo, no fortalecieron la economía campesina, no tomaron en cuenta las condiciones ambientales creando un severo deterioro en la naturaleza, no fomentaron patrones de consumo sanos lo que propagó aberrantes problemas de salud pública, no impulsaron la investigación alimentaria manteniendo sistemas productivos obsoletos y agresivos al medio ambiente, entre muchas otras causas.

La Cruzada debe contemplar acciones específicas y diferenciales para el campo y para las ciudades así como las interacciones entre estos espacios. Además, debe integrar todos los componentes de la seguridad alimentaria: la producción de alimentos -qué se va a producir, quiénes, en dónde y con cuáles tecnologías-; la calidad nutricional y la modificación de los patrones de consumo; el acceso a los alimentos, lo que, entre otras cosas, implica la reactivación de la economía de los campesinos y pescadores para que sean ellos quienes produzcan y consuman los alimentos y vendan los excedentes en los mercados regionales mediante mecanismos de abasto y comercialización justos y eficaces.

El incremento de la producción de alimentos debe considerar un conjunto de factores ambientales para evitar que se agudice la degradación de los recursos naturales. En definitiva, no puede aumentar la superficie agropecuaria mediante la deforestación de los ecosistemas naturales. Sería un desastre para el país que los objetivos de Sinhambre se confronten con la conservación del patrimonio natural nacional. Los errores de la segunda mitad del siglo XX son dramáticos como para repetirlos: la destrucción de los ecosistemas naturales y el aumento de la pobreza son un círculo vicioso. Basta revisar en el Decreto la lista de municipios que padecen de pobreza alimentaria para darse cuenta de que, una buena parte de ellos (por ejemplo, varios de Oaxaca, Chiapas y Tabasco), tuvieron, hace no más de 30 años, la mayor de las riquezas naturales del país (biodiversidad y agua) y, sin embargo, en la actualidad, sólo les quedan tierras improductivas. Cero hambre y cero deforestación, deberían ser uno de los ejes de la Cruzada. En contraste, la superficie agrícola puede incrementarse sobre tierras ganaderas improductivas y a su vez intensificar el uso de estas últimas mediante sistemas agrosilvopastoriles, más amigables con el ambiente y de baja inversión de capital.

Por otro lado, debe modificarse el uso de agroquímicos y eliminar de las políticas públicas su aplicación masiva y homogénea en el territorio nacional. Los saldos negativos de esta práctica también están ampliamente documentados: efectos nocivos en la salud humana y en los ecosistemas, contaminación del suelo y del agua, generación de gases con efecto invernadero. Un manejo dosificado, cuidadoso, asesorado, informado y normado de estos productos, junto con el aumento del uso de abonos verdes, constituye una alternativa viable.

La estrategia debe incorporar un enfoque territorial y realizar una planeación regional que considere las características particulares de cada región prioritaria que se va a atender. El incremento de la producción de alimentos debe apoyarse en la variada flora y fauna local, terrestre, marina y de agua dulce, y en el conocimiento tradicional de las comunidades indígenas, campesinas y pesqueras. Cada región debe tener sus propios sistemas productivos sustentables promovidos mediante subsidios, apoyos financieros y crediticios condicionados a criterios de sustentabilidad ambiental, y con el fortalecimiento de las capacidades locales de los pequeños productores.

La Cruzada abre una gran oportunidad para articular, con un esfuerzo intersectorial, un enfoque de superación de la pobreza a partir del capital natural del país, garantizando su conservación en el largo plazo. La Comisión Intersecretarial y el Consejo Nacional tendrán una ardua tarea para elaborar una estrategia a la altura del reto planteado y podrán lograrlo si incorporan la vasta experiencia nacional. No desperdiciemos esta oportunidad.

Fuente: Hemeroteca

 

 

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