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Pérdidas y daños

Julia

 

Pérdidas y daños

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  07 de diciembre 2013

Mientras que, por un lado, los huracanes, ondas de calor, deshielo del Ártico y de glaciares y otros eventos vinculados al cambio climático se intensifican, las pérdidas y daños que afectan a las personas, a los ecosistemas, a la infraestructura y a los sistemas productivos son cada vez mayores, y los científicos reconocen que la situación es mucho peor de lo que tan sólo hace unos años proyectaban, por el otro, los gobiernos siguen un lento paso para concretar los compromisos que disminuyan las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), causantes del incremento de la temperatura de la superficie del planeta.

La Conferencia de las Partes 19 (COP19) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático cerró su sesión en Varsovia el 23 de noviembre con un timorato acuerdo que sirvió apenas para salvar el proceso de las negociaciones y no abortar lo que se ha trabajado por varios años.

Debido a que el Protocolo de Kioto terminó su primera fase de compromisos en 2012, en la COP18 se adoptó una enmienda que establece el segundo periodo de compromisos para estabilizar las concentraciones de GEI en la atmósfera a un nivel que, de cumplirse, evitará la interferencia peligrosa del ser humano en el sistema climático. La COP16, la que se llevó a cabo en Cancún, ya había definido que dicho nivel significa que la temperatura media planetaria no debe exceder los 2 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales, lo cual implica reducir a la mitad el volumen de emisiones de GEI. Este segundo periodo de compromisos deberá adoptar la forma de un instrumento vinculante, que incluya metas claras de cada país, y tendrá que ser aprobado en la COP21 de París, en 2015, para entrar en vigor en 2020.

Las discusiones en torno a este nuevo instrumento han sido extraordinariamente complejas y siempre muy polarizadas; la COP19 no fue la excepción. Las tensiones entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo que se agrupan en el G77+China son permanentes. Los primeros argumentan que el nuevo acuerdo debe incluir a todas las naciones, especialmente a los emergentes como China, India, Brasil y Sudáfrica; los segundos insisten en acuerdos que los eximan de responsabilidades y aducen que los países desarrollados, responsables históricos del problema, son quienes deben solucionarlo. Los avances son precarios y la discusión sigue entrampada.

Algunos países ya han anunciado promesas de reducción de emisiones de GEI. Sin embargo, con el conjunto de todas las promesas la meta deseada aún está muy lejos de ser alcanzada. Si la oferta no se incrementa sustantivamente, la temperatura podrá rebasar los 3.3 grados centígrados, agravando dramáticamente las pérdidas y daños. Falta aún la COP20 que se llevará a cabo el próximo año en Lima, pero al ritmo actual de las negociaciones el panorama no es halagüeño.

En esta COP19 se acordó: intensificar los preparativos nacionales para que cada una de las Partes presente, a más tardar en el primer trimestre de 2015, las contribuciones de reducción de GEI previstas para el acuerdo de 2020; establecer un mecanismo internacional para proporcionar a las poblaciones más vulnerables una mayor protección frente a las pérdidas y los daños causados por fenómenos meteorológicos extremos y por fenómenos graduales como el incremento del nivel del mar; movilizar, lo más pronto posible, recursos del Fondo Verde para el Clima; entregar recursos nuevos, aportados por EU, Noruega y Reino Unido, a los países en desarrollo para reducir las emisiones de GEI debidas a la deforestación y a la degradación de los bosques; y un conjunto de planes para hacer frente a los impactos inevitables del cambio climático en 48 de los países más pobres del mundo, con los cuales se podrán evaluar mejor las pérdidas y daños inmediatos del cambio climático y el tipo de apoyo necesario para favorecer su capacidad de recuperación.

Las negociaciones prosiguen extremadamente lentas y los impactos cada vez son más intensos. Para nada ayuda la falta de conciencia sobre la gravedad de este tema ni tampoco el poco involucramiento de los medios de comunicación masiva. La cobertura de esta COP19 fue muy precaria. Si las sociedades no presionan a sus gobiernos para tomar decisiones más drásticas, éstos no van a asumir los costos económicos y políticos que implica la reducción de las emisiones. Nos encontramos frente a uno de los retos más grandes a los que se ha enfrentado la humanidad y los gobiernos no están actuando a la altura de las circunstancias.

Fuente: Hemeroteca

 

 

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