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Nuevo aire en Conafor

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Nuevo aire en Conafor

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  19 de septiembre 2009

En muchas ocasiones hemos insistido en que el principal problema de la destrucción de los ecosistemas naturales del país, el capital natural, es la falta de su valoración económica a pesar de que constituyen la base material del desarrollo. El capital natural proporciona materias primas, regula el ciclo hídrico y de nutrientes, captura bióxido de carbono, produce y mantiene suelo fértil, entre muchos otros servicios ambientales de los que depende la sociedad y de los que somos conscientes sólo cuando los perdemos y escasea el agua, la tierra deja de producir o las inundaciones provocan desastres.

El ProÁrbol es un programa del gobierno federal que otorga estímulos económicos a los dueños de los ecosistemas naturales para realizar acciones de conservación, restauración y aprovechamiento sustentable de los recursos forestales, maderables y no maderables. Este programa forestal ha contado, entre 2007 y 2009, con 16 mil 551 millones de pesos, cantidad sin precedente en el sector forestal.

Uno de los componentes más sustantivos del ProÁrbol, al que se refirió el Presidente en su mensaje con motivo del Tercer Informe de Gobierno, es el pago por servicios ambientales (PSA). Se trata de un estímulo económico que recibe el dueño de la tierra, la comunidad o el ejido, por cada hectárea de bosque o selva que conserven. En general, ha tenido buena aceptación entre los campesinos y se cuenta ya con más de un millón de hectáreas conservadas bajo este esquema. Sin embargo, quedan algunos temas sustantivos pendientes de resolverse dentro de este programa. Por ejemplo, los apoyos de PSA se otorgan sólo durante cinco años y el monto del subsidio es mucho menor al de los subsidios agropecuarios. Para que el programa cumpla con su objetivo en el largo plazo será necesario establecer, entre otros aspectos, mercados de servicios ambientales, basados en la contribución económica de los múltiples beneficiarios directos de dichos servicios, la mayoría de los cuales radicamos en las zonas urbanas; incrementar el monto de los subsidios; y desarrollar instrumentos económicos complementarios, que, en conjunto, garanticen una retribución justa para los dueños de la tierra que conservan sus ecosistemas.

De igual importancia, el ProÁrbol debe destinar recursos económicos suficientes para incrementar la superficie bajo manejo forestal sustentable y el uso de la flora y fauna silvestres. Estas actividades productivas sustentables deberían convertirse en el eje central de la vida económica de las comunidades campesinas e indígenas que poseen ecosistemas forestales y con ello, al tiempo de generar ingresos y empleo, poder conservar su capital natural.

La conservación en el largo plazo de los ecosistemas forestales y el pleno uso de toda su potencialidad van a depender, entre otras cosas, de la puesta en marcha de un conjunto de instrumentos económicos competitivos y viables social, ambiental y económicamente. Es por ello que el nombramiento del nuevo titular de la Conafor, doctor Juan Manuel Torres Rojo, especialista en economía de los recursos naturales e investigador del CIDE, resulta muy alentador para consolidar la política forestal en México con una visión renovada y una perspectiva diferente.

El doctor Torres se enfrenta a un reto formidable. La Conafor, después de seis meses sin titular y de un año de críticas implacables por parte de algunos sectores, se encuentra muy herida y su personal muy desconcertado. Este año está ya muy avanzado y las metas programadas son muy ambiciosas. Y además, la crisis económica en nada ayuda a un sector que lleva muchos años a la baja.

Por ello, quienes estamos involucrados con las tareas de conservación, uso y restauración del capital natural del país tenemos ahora un compromiso ineludible: trabajar juntos, sin clientelismos, cerrar filas e impulsar acciones, con todos los medios a nuestro alcance, para que la Conafor, con su nuevo titular al frente, logre ejercer los cuantiosos recursos económicos que tiene para la conservación de los ecosistemas naturales mexicanos y para el beneficio directo de sus dueños.

El director general de Conafor tendrá que ser muy paciente, abierto al diálogo con quienes forman parte del sector, sensible a las demandas de los dueños de los ecosistemas forestales y, al mismo tiempo, enérgico y creativo para aplicar su gran experiencia en economía de los recursos naturales al servicio de la conservación y uso sustentable de nuestro capital natural.

Es evidente que ni el tiempo ni los recursos económicos ni humanos son suficientes para enfrentar simultáneamente el conjunto de problemas del sector en todo el país. Por ello, a todas luces, resulta imprescindible determinar las regiones prioritarias, por su riqueza natural y su potencial productivo, en donde se concentren todos los instrumentos para conservar y revertir el deterioro de los ecosistemas naturales y detonar el desarrollo regional sustentable. No se puede perder más tiempo, ni escatimar esfuerzos en la conservación de nuestro patrimonio natural.

 

 

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