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Manglares de México

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Manglares de México

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  20 de febrero 2010

Manglares de México: extensión y distribución es una nueva obra recientemente editada por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), que aporta, finalmente, información confiable sobre la superficie que ocupan los manglares en las costas mexicanas y proporciona una cartografía actualizada y validada en campo de los 17 estados costeros de la República Mexicana en donde se establecen los manglares.

México, Indonesia, Brasil, Nigeria y Australia son los cinco países que cuentan con mayor superficie de manglar en el mundo. Esta obra determinó que México tiene una extensión de 770 mil 57 hectáreas, de las cuales 55 por ciento se concentran en la Península de Yucatán, y que Campeche es el estado con mayor extensión de manglar. De la superficie total de manglares en el país 57.3 por ciento se encuentra bajo régimen de área natural protegida, ya sea federal o estatal.

El trabajo cartográfico de esta obra fue realizado mediante un verdadero ejercicio de colaboración de expertos de 13 instituciones académicas, nueve gubernamentales, cinco asociaciones civiles y tres empresas especializadas en percepción remota. En su elaboración, fue necesario definir los criterios comunes de clasificación, evaluación y monitoreo de la vegetación, lo cual, en sí mismo, constituye un gran aporte ya que ello posibilitará establecer una línea base para monitorear posteriormente los cambios que ocurran en este tipo de ecosistema.

Los datos verídicos de esta obra permitirán superar las contradicciones y especulaciones sobre la cantidad de superficie de manglar que existe en México y, a futuro, se contará con tasas de deforestación reales. Hasta la fecha, la variación de los datos era de tal magnitud que creaba gran incertidumbre. Por ejemplo, en el año 2000 dos fuentes de información de la misma institución, la FAO, señalan cifras contradictorias; en una se menciona la existencia de 400 mil hectáreas de manglares, y en la otra de un millón 15 mil 300 hectáreas. Ante esta falta de certidumbre las decisiones que se tomaban en torno a los manglares no tenían un sustento científico sólido, y el monitoreo de cambio de la superficie de manglares era imposible. Ahora, esta obra permite contar con datos verídicos en cuanto a su distribución y entender los cambios que están ocurriendo en estos ecosistemas.

¿Por qué este ecosistema natural ha sido motivo de fuertes controversias? Los manglares son ecosistemas compuestos por muchas especies de plantas y animales en los que dominan cuatro especies de mangle: el rojo, el blanco, el negro y el botoncillo. Son los espacios de transición entre los ecosistemas marinos, terrestres y de agua dulce. Sus aguas salobres -mezcla de agua salina con agua dulce- son altamente productivas porque retienen los nutrientes que descienden en los escurrimientos de las partes altas de las cuencas. Además, gracias a su peculiar estructura -árboles con zancos que permiten el flujo lento del agua y detienen el golpeteo de las mareas-, se convierten en sitos de refugio para muchas especies marinas que entran a los manglares para reproducirse, como es el caso del camarón, entre otras especies. Simplemente, sin los manglares no existiría el camarón. También son áreas de descanso y de anidamiento de gran cantidad de especies de aves; evitan la erosión de las costas y playas; son filtros biológicos de contaminantes que provienen de tierra adentro y escurren por las aguas hacia el mar; son barreras protectoras contra las inundaciones, el viento y los huracanes; protegen de la sedimentación a los arrecifes de coral, entre muchas otras funciones.

Estas funciones vitales de los manglares constituyen los servicios ambientales de los que se beneficia la sociedad y, sin embargo, lejos de ser valorados, los manglares se han considerado históricamente estorbos para el desarrollo de infraestructura en las costas -carreteras, hoteles, vivienda, entre otras-, así como para las actividades agropecuarias y han sido destruidos sin considerar los graves daños que implica su eliminación. Ha quedado demostrado que los impactos de los huracanes e inundaciones, por ejemplo, son mucho menores cuando las costas están protegidas por sus ecosistemas originales.

Esta obra significa la base para un programa de monitoreo sistematizado a largo plazo con indicadores ambientales claros, que determinen las condiciones de la vegetación en el tiempo y los principales agentes de transformación de los manglares. Todo esto con la finalidad de establecer una estrategia, basada en información científica certera, para la conservación, manejo y restauración de los manglares en el país. Quizá, gracias a esta obra, podremos superar las contradicciones en torno a este frágil ecosistema fundamental para la vida en el planeta y para el desarrollo y bienestar social. El primer paso está dado.

 

 

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