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La Reserva del Pedregal

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La Reserva del Pedregal

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  27 de noviembre 2008

Hace aproximadamente 2 mil 300 años el Xitle, volcán de la sierra del Ajusco, hizo erupción y su lava se derramó hacia el Valle de México. Sus entonces habitantes, los cuicuilcas, tuvieron que emigrar dejando como testimonio su templo circular hoy rodeado por el Periférico y centros comerciales.

La lava se extendió por una superficie de cerca de 80 kilómetros cuadrados arrasando con todos los ecosistemas presentes en aquella época, desde las alturas del volcán, bajando por lo que hoy es parte de las delegaciones de Tlalpan, Magdalena Contreras y Álvaro Obregón, hasta la actual avenida Miguel Ángel de Quevedo. Con el paso del tiempo, y muy lentamente, la región se repobló con otras especies formando así ecosistemas distintos a los originales y únicos por las nuevas condiciones tan específicas.

El distinguido botánico Jerzy Rzedow- ski publicó, en los años cincuenta, un detallado estudio de los tipos de vegetación de esta zona, dejando claramente documentada su gran importancia y riqueza biológica. En la parte más baja de este gradiente de vegetación destaca por su diversidad de especies el Pedregal de San Ángel. Aquí habitan al menos dos endemismos, la orquídea Bletia urbana y el cactus Mammillaria sanangelensis. No menos importantes son los servicios ambientales que provee este ecosistema a la ciudad como es, principalmente, la recarga a los deteriorados acuíferos del Valle de México.

Desde mediados del siglo pasado muchos biólogos insistieron en la necesidad de conservar este peculiar ecosistema pero, entonces, el tema de la conservación no era asunto de interés para el gobierno ni para la UNAM. Por el contrario, la mancha urbana, los fraccionamientos y la infraestructura se extendieron vertiginosamente durante las siguientes décadas dejando este ecosistema reducido a su mínima expresión dentro de los terrenos de la Ciudad Universitaria.

El Pedregal de San Ángel ha sido un laboratorio viviente en el cual decenas de biólogos se han formado. Al inicio de la década de los ochenta Patricia Moreno y la que suscribe, con algunos de nuestros mejores estudiantes de la Facultad de Ciencias, hoy investigadores, como Jorge Meave, Javier Álvarez y Alfonso Valiente, entre otros, hicimos un estudio justificativo de creación de una reserva, el cual entregamos a las autoridades. No sólo el estudio fue ignorado, sino que a los pocos meses, en una práctica de campo, nos topamos con máquinas y tractores destruyendo la zona propuesta para reserva, con la intención de construir un nuevo circuito de tránsito.

Sin dudarlo, detuvimos el avance de las máquinas haciendo guardias durante varios días hasta que averiguamos que aquél era el inicio de un ambicioso programa de construcción en los mal llamados "terrenos baldíos de la Universidad". Inadmisible que la propia UNAM no reconociera el valor de sus ecosistemas. La Dirección General de Obras planeaba construir en esta área los nuevos edificios de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, del Instituto de Investigaciones Antropológicas, de la División de Estudios Superiores de la Facultad de Contaduría y Administración y, junto al Jardín Botánico, un centro de hospedaje para personal visitante extranjero.

Por supuesto, a los "revoltosos de Ciencias" las autoridades no nos hacían caso. Por ello, constituimos el Comité de Defensa del Pedregal de San Ángel. Después de decenas de conferencias en muchas facultades y en los medios masivos de comunicación y de diversas movilizaciones, empezamos a ser escuchados y se constituyó una mesa de revisión del proyecto de construcciones. Tras numerosas sesiones de trabajo y recorridos de campo, logramos un nuevo trazo de los circuitos y la reubicación de los edificios en zonas que ya para entonces estaban perturbadas o que no implicaba fraccionar el área compacta del ecosistema natural.

El 30 de septiembre de 1983 el rector Rivero Serrano anunció y publicó en la Gaceta de la UNAM la declaratoria de una "Zona Ecológica Inafectable" de 124 hectáreas colindantes con el Centro Cultural Universitario y el Jardín Botánico, la cual, en 2005, se extendió a 200 hectáreas. Fue así como la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel logró conservar, por fin, el último reducto de este pedregal.

El lunes 24 de este mes, la Semarnat anunció la propuesta para reconocer esta reserva como Monumento Natural y seguir siendo administrada por la UNAM, fortaleciendo así su estatus de protección que internamente se le había otorgado. Esta figura jurídica de protección se aplica a espacios naturales de carácter único y excepcional, de interés estético y valor histórico o científico como es este relicto del Pedregal de San Ángel.

La Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel debería ser de las más concurridas del mundo por encontrarse en la ciudad más grande del planeta. Desafortunadamente, a pesar de su gran importancia biológica y ecológica y de la espectacular belleza escénica de su paisaje, ésta es muy poco conocida y valorada. Sin duda, un paseo de fin de semana por los senderos de la reserva sería mucho más agradable y educativo para los niños de la ciudad que los recorridos encerrados en los pasillos de los centros comerciales colindantes. Enhorabuena por la reserva.

 

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