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El HMS ‘Beagle’

Julia

 

El HMS ‘Beagle’

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  26 de diciembre 2009

Un día como hoy, 26 de diciembre, hace 178 años, la nave HMS Beagle estaba lista para iniciar el viaje de 57 meses que transformaría la historia de la ciencia biológica.

Durante la época victoriana, una vez finalizadas las guerras napoleónicas, las prioridades de la Marina inglesa cambiaron de la defensa a la custodia de su imperio y a la facilitación del comercio y la exploración. Las colonias británicas se diseminaron por Asia, América, África y Oceanía y era indispensable, para su control y para la extracción y transporte a Inglaterra de la riqueza mineral y de recursos naturales, contar con las mejores rutas de navegación. Fue por ello que el Almirantazgo británico realizó un gran esfuerzo en la elaboración de una cartografía precisa de las costas continentales e insulares.

Particularmente difícil era la navegación hacia la posesión extranjera más grande de Gran Bretaña, la India, a través del tortuoso paso entre el Atlántico y el Pacífico, el Estrecho de Magallanes. En éste, las embarcaciones pasaban meses yendo y viniendo sin avanzar hacia su destino, por laberintos de rocas, islas e isletas, en condiciones extremas de vientos y oleajes, bajas temperaturas, neblinas espesas y lluvias torrenciales. La tripulación de los barcos que navegaban por esa ruta no sólo se desmoralizaba sino que con mucha frecuencia moría por escorbuto, falta de alimento o naufragio. Se requería encontrar un paso marítimo en América, más seguro y mejor conocido.

La función que tuvo el primer viaje del Beagle fue la de explorar detalladamente Tierra del Fuego, en 1827, bajo la conducción de su capitán Pringle Stokes, quien aunque realizó una tarea destacada, las hostiles condiciones naturales lo vencieron y se suicidó al mando de su embarcación. Los nombres geográficos con los que fueron bautizados islas, cabos y puertos -Isla Desolación o Puerto Hambre- dan fe de las adversidades en la región.

En 1828, el capitán Robert FitzRoy tomó el mando del Beagle. Además de continuar con la misión cartográfica surgió en él un interés, casi obsesivo, por los indígenas de Tierra del Fuego, los fueguinos. Debido a un sinnúmero de incidentes desencadenados por el robo de un bote ballenero, FitzRoy terminó con cuatro prisioneros fueguinos a bordo del Beagle a quienes enseñó los hábitos occidentales. A juicio del capitán, los fueguinos estaban contentos con su nueva vida, por lo que decidió llevarlos a Inglaterra.

En Inglaterra pronto uno de ellos murió por viruela y los otros tres fueron hospedados en una escuela infantil. A pesar de que FitzRoy y los fueguinos se hicieron famosos y tuvieron innumerables actividades sociales para que la realeza conociera a los exóticos personajes, el capitán sintió una enorme carga moral por tenerlos en Inglaterra y se obsesionó con la idea de regresarlos a Tierra del Fuego.

La cartografía del primer viaje en el Beagle ofrecía rutas marítimas más seguras y rápidas y buenos puertos de abrigo, pero con la finalidad de volver a Tierra del Fuego, FitzRoy convenció al Almirantazgo de que estaban incompletas. El Almirantazgo autorizó la nueva expedición y, para satisfacción de FitzRoy, le asignó el Beagle renovado. Este segundo viaje del Beagle sería, además, un viaje científico para realizar investigaciones botánicas, zoológicas, geológicas y meteorológicas. FitzRoy, de carácter poco sociable, temía caer en un estado de depresión durante la larga travesía por las inhóspitas aguas de Sudamérica, como había ocurrido con sus predecesores. Por ello, solicitó al Almirantazgo que un científico joven y educado pudiera acompañarlo en su travesía. Ese joven de 22 años resultó ser Charles Darwin.

Finalmente, el Beagle quedó equipado con la mejor tecnología y los más avanzados instrumentos científicos de la época y listo para continuar con la tarea cartográfica, establecer misiones evangélicas, recabar información científica y sobre todo, para FitzRoy, saldar su deuda moral devolviendo a los fueguinos a casa. El 23 de noviembre de 1831 el Beagle inició su travesía por las costas de Inglaterra repleto de comida y de decenas de cajas inútiles llenas de finas vajillas, cristal cortado, crinolinas y sombreros entre otros absurdos e inútiles objetos que la aristocracia había regalado a los fueguinos. El mal tiempo impidió la navegación y fue necesario anclar nuevamente en el puerto de Plymouth. Después de varias semanas, el 26 de diciembre, siendo un día calmo, FitzRoy ordenó zarpar. Ingenuo capitán, no contaba con que sus marineros se encontraban ebrios y dispersos en la costa después de las fiestas navideñas y hubo que esperar a que su tripulación se curara la cruda para finalmente iniciar, el 27 de diciembre, su histórico viaje de cinco años.

Curioso que dos hechos fortuitos, el robo por los fueguinos de un bote ballenero y el temor a la soledad del melancólico capitán del Beagle, propiciaron que Darwin abordara la nave que lo llevaría a formular la revolucionaria teoría de la evolución y explicar el origen de las especies.

 

 

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