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¿Cuánto perdemos?

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¿Cuánto perdemos?

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  21 de agosto 2008

El capital natural de una nación constituye la base para el desarrollo y el bienestar social. Los ecosistemas naturales proporcionan a la sociedad servicios ambientales necesarios para la producción de alimentos, la disponibilidad de agua, la captura de bióxido de carbono, la obtención de materias primas y el control de deslaves, entre muchos otros.

En el caso de México, este capital natural conlleva, además, una gran responsabilidad frente al mundo. El país representa sólo 1.4 por ciento de la superficie del planeta, pero posee entre 10 por ciento y 12 por ciento del total de especies conocidas, muchas de las cuales son endémicas, es decir que sólo existen en nuestro país.

A pesar de su gran potencial, el capital natural nacional se valora poco y día con día perdemos centenas de hectáreas de bosques, selvas, matorrales, humedales y otros ecosistemas, que se convierten en cultivos agrícolas ineficientes, potreros de producción extensiva para el ganado, asentamientos humanos, infraestructura turística, carreteras, etcétera.

La deforestación ha sido ininterrumpida y acelerada, además de ilegal en muchos casos, sobre todo desde mediados del siglo pasado. Las políticas de desarrollo de entonces no consideraron las variables ambientales y el cambio de uso de suelo fue una práctica común, masiva y aceptada, sin reparar en sus consecuencias.

La Semarnat reporta en el Programa Sectorial de Medio Ambiente y Recursos Naturales 2007-2012 que México ha perdido 27 por ciento (54 millones de hectáreas) de su cobertura vegetal original y que un tercio del remanente (47 millones de hectáreas) es vegetación secundaria, es decir, vegetación que se está regenerando después de haberse deforestado. Restan 93 millones de hectáreas de vegetación primaria en relativas buenas condiciones de conservación, pero no libres de amenazas. La tasa de deforestación de la vegetación primaria reportada para 1993-2002 es de 523 mil 639 hectáreas anuales, siendo las selvas tropicales húmedas las más afectadas.

Afortunadamente, en los últimos 15 años se han fomentado políticas de conservación y producción que generan empleo e ingresos para los dueños de la tierra sin implicar cambios de uso del suelo. Entre estas políticas se pueden mencionar la conservación por medio de las áreas naturales protegidas, cada vez más visitadas por el ecoturismo, que deja una derrama económica; el manejo forestal sustentable, que extrae recursos maderables garantizando la recuperación del ecosistema boscoso; las unidades de manejo para la conservación de la vida silvestre (conocidas como UMA), que utilizan la flora y fauna con criterios sustentables y beneficios económicos. Si bien estas políticas son viables económica, social y ambientalmente, siguen siendo incipientes.

México debe adoptar una posición firme para detener definitivamente la deforestación e impulsar, con mucha mayor decisión, las políticas de conservación y producción sustentables para extenderlas a los 93 millones de hectáreas que aún permanecen en relativo buen estado de conservación. Conservar y usar sustentablemente nuestro capital natural implica realizar ajustes institucionales, pero sobre todo armonizar las políticas públicas intersectoriales.

Evaluar la eficacia y eficiencia de las políticas orientadas a evitar la deforestación, ajustarlas a tiempo y acelerar su implementación requiere medir con precisión y oportunidad el cambio de la cobertura vegetal del país en los distintos tipos de vegetación y en cada región. Sin embargo, la medición de la deforestación en México ha sido un problema muy serio y existen grandes discrepancias entre los diferentes estudios. Los enfoques y metodologías utilizados no son homogéneos, los resultados no son comparables ni confiables y la periodicidad de los inventarios es muy espaciada, por lo que no sirve para realizar con oportunidad los ajustes necesarios a las políticas públicas.

México debe desarrollar su capacidad de monitorear cambios de la cobertura vegetal de manera confiable, con una periodicidad al menos anual, sustentada en un análisis cartográfico riguroso que permita las comparaciones del cambio de uso de suelo entre periodos. La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) cuenta con conocimiento, especialistas y equipo adecuado. No obstante, no tiene todavía suficiente personal ni recursos económicos para desarrollar plenamente esta tarea. La Conabio es una institución reconocida internacionalmente por su rigor, calidad y logros y goza de gran credibilidad. Sin embargo, el país no utiliza todo el potencial que la Conabio puede aportar para la toma de decisiones, con bases sólidas, de las políticas públicas vinculadas con el desarrollo sustentable.

La elaboración del presupuesto de 2009 es una gran oportunidad para fortalecer a la Conabio y asignarle la responsabilidad y recursos económicos necesarios para desempeñar la tarea básica e indispensable de medir cuánto del capital natural nacional perdemos año con año y por cuáles razones ocurre esta pérdida, con el fin de actuar oportunamente para corregir las tendencias de deterioro ambiental y sus graves repercusiones tanto en la economía como en el bienestar social y el futuro del país.

 

 

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