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A la memoria de tanta gente…

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A la memoria de tanta gente…

José Sarukhán Kermez  ǀǀ  El Universal  ǀǀ  24 de abril de 2015

 

Hoy, 24 de abril, se conmemoran cien años del inicio del genocidio armenio, el día en que un numeroso grupo de intelectuales y otros personajes armenios fueron sacados violentamente de sus casas, encarcelados y después asesinados o colgados por la milicia otomana. A ese hecho siguió una larga serie de actos similares por los siguientes tres años.

Yo soy mexicano, nacido en este país de primera generación de padres armenios sobrevivientes del genocidio y recibidos generosamente por este país. Conozco de primera mano las atrocidades y la confiscación de bienes que sufrieron mi madre y su familia y la forma en que se salvaron de morir; esos relatos confirman la crueldad del genocidio al que fueron sometidos los armenios en las marchas forzadas por el desierto de Anatolia.

La violencia de las matanzas directas y las resultantes de muchas otras formas en que alrededor de 1.5 millones de armenios murieron durante los años del genocidio, ha sido continuada durante un siglo por la violencia del olvido, organizada por los sucesivos gobiernos turcos ocultando y negando el hecho.

El gobierno otomano, que luchaba por su sobrevivencia, utilizó la excusa de la primera Guerra Mundial “como un periodo de mucha turbulencia social en el que mucha gente murió”, para llevar a cabo en todo su territorio lo que se considera la peor atrocidad de esa “Gran Guerra”.

Negación oficial, ignorancia del hecho por parte del pueblo turco debido a la propaganda oficial, silencio y miedo a morir por expresar puntos de vista diferentes a la verdad oficial, han sido los ingredientes que han llevado a una permanente osificación de la posición oficial turca ante una realidad reconocida por muchos países, por especialistas en el tema de genocidio e historiadores y académicos calificados de diversos países, nacionalidades y puntos de vista.

La resistencia ciega del gobierno turco respecto al genocidio armenio sigue gozando de muy buena salud y le llevó a calificar de “calumniador” y de haberse “unido al frente del mal” al papa Francisco, quien mencionó, con toda claridad, el genocidio armenio como el primero del siglo XX en una celebración litúrgica en el Vaticano, y lo descalificó porque los “religiosos no deben opinar sobre política” y porque nació en Argentina, “un país que recibió con los brazos abiertos a varios torturadores nazis”.

Los descendientes de quienes sufrieron la ferocidad del genocidio se reunirán en un memorial en la Plaza de Taksim en Estambul y lo mismo ocurrirá en muchas otras ciudades donde se encuentra la diáspora armenia. Como contraparte a esa manifestación de duelo de los armenios en Estambul, el gobierno turco, encabezado por el presidente Erdogan, celebrará el mismo día en Galípoli la batalla considerada como el inicio del Estado turco.
El genocidio armenio fue un intento de borrar del mapa una gran civilización de miles de años, como resultado de la política supremacista del país de “reafirmación racial” de los llamados “Jóvenes Turcos”.

Si la fuerza de carácter y la resiliencia del pueblo armenio impidió que una cultura como la suya haya sido arrasada del todo y haya resistido los embates del genocidio y la hostigación otomana, habría que meditar en cómo hoy, el país con sus habitantes y la diáspora regada por todo el mundo, pueden trabajar juntos para ver hacia el futuro y al desarrollo de la cultura, la creatividad, la capacidad y la fuerza moral de Armenia, para reconciliar a los pueblos con el pasado. Tengamos en mente el espíritu que movió a Hrant Dink, el periodista turco‐armenio encarcelado varias veces y luego asesinado por cuestionar la política oficial turca.

Invito a mis lectores a visitar la exposición sobre el genocidio armenio en el Museo Memoria y Tolerancia.

 

 

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